martes, 7 de agosto de 2012

APORTE DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL SOBRE LA REFORMA CURRICULAR EN LA PROVINCIA DE SANTA FE


DOCUMENTO DE ANALISIS REALIZADO POR EL DEPARTAMENTO DE GEOGRAFÍA DE LA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL ANTE LA PROPUESTA DEL NUEVOS DISEÑOS CURRICULARES DE GEOGRAFÍA PARA EL CICLO BÁSICO DEL NIVEL SECUNDARIO

Ante la propuesta emanada del Ministerio de Educación de la provincia de Santa Fe acerca del nuevo diseño curricular, el Departamento de Geografía de la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHUC) de la Universidad Nacional del Litoral, estima conveniente expresar algunas consideraciones que deberían tenerse en cuenta al momento de repensar la enseñanza de la geografía en el nivel medio. Asimismo cabe destacar que es la FHUC la única institución del territorio provincial donde se efectúa la formación universitaria de profesores en geografía.

En primera instancia se valora que la propuesta curricular recupere los espacios disciplinares específicos para la geografía y la historia, lo que no niega las relaciones que se deben establecer necesariamente entre ambas ciencias en pos de la comprensión de una teoría social que las contiene.

En los problemas que enfrentan las sociedades en las últimas décadas hay un fuerte peso de la territorialidad: cuestiones de fronteras, desplazamientos poblacionales, bloques económicos, procesos de metropolización, fragmentación urbana, urbanización de espacios rurales. En este sentido Soja[1] demanda una imaginación geográfica y espacial, que le dé al espacio el lugar que le corresponde como parte de una teoría social crítica. Para lo cual se basa en las posiciones de Foucault y en su búsqueda de una historia social del espacio, como así también en las posturas del filósofo marxista americano Marshall Berman[2] en el planteo que realiza acerca de la integración que se debe dar en la modernidad tanto de la velocidad como de la simultaneidad. Desde esta perspectiva Joaquín Brunner[3], retomando a Marshall Berman define a la modernidad como “un modo peculiar de experiencia vital”. Ser moderno afirma, “es encontrarse en un ambiente que promete aventuras, poder, alegría, desarrollo, transformación de uno mismo y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza a destruir todo lo que tenemos, todo lo que conocemos, todo lo que somos. Los ambientes y las experiencias modernas traspasan todas las fronteras de la geografía y las etnias, de las clases y las nacionalidades, de las religiones y las ideologías: en este sentido se puede decir que la modernidad une a toda la humanidad. Pero se trata de una unidad paradójica, una unidad de desunión: nos introduce a todos en un remolino de desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y de angustia perpetuas. Ser moderno es formar parte de un mundo en el que, como dijo Marx, ‘todo lo sólido se evapora en el aire´”.

Recuperando a Foucault[4]: “el presente, tal vez sea la época del espacio; vivimos una época del espacio; vivimos una época de simultaneidad, caracterizada por la yuxtaposición; lo lejano y lo cercano; el lado a lado; lo disperso; y nuestra experiencia hoy está menos centrada en el desarrollo de la vida a lo largo del tiempo y más en ser parte de una red que conecta puntos a la medida de sus necesidades”.

La geografía tradicional asumió esta noción de espacio como un dato de la realidad, como algo dado, no sujeto a indagación ni cuestionamiento en sí mismo. Como contenedor, este espacio está cargado de objetos, sean naturales o producto de la actividad humana, que deben ser descriptos no en sí mismos sino en su desigual distribución, que pueden ser individualizados por un nombre y por su ubicación según la grilla de coordenadas (posición). Como escenario el espacio es considerado como el ámbito donde los hechos suceden entre las cosas que están en el mismo. Estas concepciones de espacio han dificultado la elaboración de conceptualizaciones y marcos teóricos relativos al espacio geográfico.

El geógrafo argentino Rodolfo Bertoncello[5] afirma que, “tradicionalmente, la teoría social dejó en manos de la geografía la consideración del espacio. La geografía tradicional, ha considerado al espacio fundamentalmente como un absoluto, como algo que existe en sí al margen tanto de sus contenidos como de su percepción. Esta concepción de espacio absoluto proviene del pensamiento clásico griego y ha imbuido al conocimiento y a la ciencia moderna. Se trata de un espacio geométrico sobre el cual se ha establecido un sistema de coordenadas que posibilita la ubicación de distintos puntos”.

Actualmente, existe un amplio consenso en considerar que el espacio geográfico, o si se quiere el espacio objeto de la geografía, es un espacio social. Es un producto de la acción humana, de aquí que no sea un objeto dado ni preexistente a la misma, sino que se produce socialmente y, como tal, también históricamente. Este consenso implica un cambio muy importante respecto de las posturas tradicionales en geografía, en la medida en que deja de suponer que a través de su estudio se dará cuenta de la realidad en sí para aceptar en cambio que el espacio es un objeto a ser indagado en el marco de los procesos sociales que lo involucran, como parte de los mismos.

Según Ortega Valcárcel[6], el espacio como producto social es “un objeto complejo y polifacético: es lo que materialmente la sociedad crea y recrea, con una entidad física definida; es una representación social y es un proyecto, en el que operan individuos, grupos sociales, instituciones, relaciones sociales, con sus propias representaciones y proyectos. El espacio se nos ofrece, además, a través de un discurso socialmente construido, que mediatiza al tiempo que vehicula nuestra representación y nuestras prácticas sociales. Es un producto social porque sólo existe a través de la existencia y reproducción de la sociedad. Este espacio tiene una doble dimensión: es a la vez material y representación mental, objeto físico y objeto mental. Es lo que se denomina espacio geográfico”.

Según lo detallado hasta aquí, si bien estas últimas posturas –radicales- proporcionan al espacio mayor riqueza y complejidad, se podría afirmar que en cierta forma mantienen una connotación determinista al igual que los enfoques tradicionales, ya que si bien las configuraciones territoriales no estarían determinadas por las fuerzas de la naturaleza, al afirmar que el espacio es un “producto social” se estaría en presencia de un determinismo de tipo social, manteniendo en vigencia las nociones del espacio como “contenedor” y como “escenario donde ocurren los procesos sociales”, lo que le daría al espacio un rol pasivo y estático.

En este sentido, a partir de un posicionamiento ubicado en primer momento en la geografía radical, que tiene como uno de los exponentes más destacados en América Latina a Milton Santos, el geógrafo americano Edward Soja plantea una revisión de dicho enfoque al afirmar que las relaciones sociales forman el territorio, pero que a su vez las relaciones territoriales forman las relaciones sociales y de clase. Soja[7] utiliza el término espacialidad para referirse al espacio social, también resultado de la acción social y, al mismo tiempo, instancia o parte constitutiva de la misma. Esto último representa un avance conceptual significativo de las posturas de la geografía crítica de corte marxista en la medida en que deja de lado la posibilidad de que el espacio sea un simple reflejo de lo social; así como la acción social transcurre en el tiempo, también se despliega en el espacio, y las características que este posee inciden o participan en lo social, forman parte de lo social.

La reafirmación posmoderna del espacio no presupone una ruptura con la modernidad, sino su reestructuración. Si consideramos que Foucault se refería al espacio como lo fijo a diferencia del tiempo, debemos considerar que, para Soja[8], “la espacialidad existe ontológicamente como producto de un proceso de transformación, pero siempre permanece abierto a posteriores transformaciones en los contextos de la vida material. (La espacialidad) no está nunca dada o fijada permanentemente”.

En sintonía con los aportes de Soja, Doreen Massey[9] avanza desde posturas estructuralistas y posestructuralistas esencialistas (donde espacio es lo contrario al tiempo cronológico) hacia modelos relacionales acerca del rol y evolución del tiempo cronológico en eventos geográficos, lo cual se expresa en el tratamiento de temas tales como: diferencia, trayectoria, historia, pluralidad, movimiento deconstructivo de espaciamiento, temporalidad, modelamiento (o modelaje) cultural, encanto espacial, dislocation o desarticulación, continuidad, movimiento.

Se propone la superación del enfoque estructuralista mediante el recurso posestructuralista como un modo de movilizar aquello que de suyo es móvil, dinámico y cambiante.

En este marco de análisis hacemos hincapié en los siguientes aspectos:

  1. el espacio geográfico debería ser considerado como resultado y resultante de la acción social por lo cual, lejos de ser simple y estático, es complejo, polifacético, cambiante y dinámico.
  2. resulta falaz la división entre geografía física y geografía humana, en este sentido solo puede ser considerada una operación intelectual ya que la realidad en el espacio geográfico no se presenta disociada en humana y física. La explicación de las problemáticas territoriales exige el análisis tanto de agentes y procesos naturales como sociales.
  3. el aporte de la geografía en la teoría social cobra relevancia, superando las visiones tradicionales que la consideran como una mera herramienta para la comprensión de los procesos históricos precisos.

En función de este posicionamiento teórico y epistemológico, y sobre la base de lo planteado en el documento del diseño curricular, consideramos necesario que la enseñanza de la disciplina geografía debe estar presente en primero y en segundo año del Ciclo Básico de la Educación Secundaria, de igual modo que historia. La estructura conceptual disciplinar exigen construir propuestas de contenidos de complejidad creciente que demandan una disponibilidad temporal mayor a la propuesta.

A su vez sostenemos que en virtud de la creciente complejidad de las problemáticas socio-espaciales contemporáneas y dado que la geografía es parte constitutiva de la teoría social, esta disciplina debe estar presente además del ciclo básico (primero y segundo año) en el ciclo superior de la escuela secundaria. Consideramos necesario repensar las posibilidades que abre la enseñanza de la geografía en la formación de ciudadanía, retomando que las relaciones territoriales forman las relaciones sociales y de clase a la que aludíamos antes.

Asimismo, y en aras de fortalecer las articulaciones entre las diferentes disciplinas que integran las ciencias sociales, y a su vez propiciar el interés en incursionar, aunque de manera inicial, en la actividad investigativa, se valora la presencia del espacio curricular ‘Seminario de Ciencias Sociales’. Sin embargo, se cree conveniente que éste cobraría mayor riqueza si el dictado de Geografía y de Historia se realizara de modo simultáneo en ambos años del ciclo básico, para poder retomar e integrar de esta manera los aportes de tales disciplinas.

En consonancia con los últimos esbozos teórico-epistemológicos descriptos en los párrafos precedentes, que si bien no contradicen los fundamentos que sustentan la propuesta referida a geografía en el diseño curricular de la provincia, sino que se presentan como una perspectiva superadora, se considera deseable que los contenidos formulados deberían ser revisados en el marco de un diseño curricular que contemple la totalidad de la formación de la enseñanza secundaria.

Finalmente, queremos manifestar que es intención del Departamento de Geografía de la FHUC-UNL que este documento se constituya en un aporte propositivo ya que tiene por objeto contribuir al fortalecimiento del proceso de repensar la enseñanza de la geografía en el nivel secundario, para lo cual dejamos expresa la predisposición a participar de distintas instancias de diálogo y discusión que a tales efectos puedan proponerse.

DEPARTAMENTO DE GEOGRAFÍA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL

21 de Diciembre de 2011







[1] Soja, Edward (1989) History, Geography: Modernity. London. Simon During. The Cultural Studies Reader.

[2] Berman, Marshall (1991) Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad. Madrid. Siglo XXI.

[3] Brunner, Joaquín (1987) “Los debates sobre la modernidad y el futuro de América Latina”, Montevideo, CLAEH

[4] Foucault, Michel- De los espacios otros “Des espaces autres”, Conferencia dicada en el Cercledes études architecturals, 14 de marzo de 1967, publicada en Architecture, Mouvement,Continuité, n 5, octubre de 1984. Traducida por Pablo Blitstein y Tadeo Lima.

[5] Bertoncelllo (2006) “Soja y la teoría social” Educar, el Portal Educativo del Estado Argentino. Geografía, en http://aportes.educ.ar/geografia/nucleo-teorico/estado-del-arte/el-espacio-geografico/el_espacio_social_1.php

[6] Ortega Valcárcel, José (2000) Los horizontes de la geografía. Teoría de la geografía. Barcelona: Ariel.

[7] Soja, Edward (1989) History, Geography: Modernity. London. Simon During. The Cultural Studies Reader.

[8] Soja, Edward (1989) History, Geography: Modernity. London. Simon During. The Cultural Studies Reader.

[9] Massey, Doreen (2008) Pelo Espaco. Uma Nova política da espacialidades. Río de Janeiro. Editora Bertrand. Brasil.

Se publica este documento en apoyo a la situación planteada en la provincia de Santa Fe ya explicitada en Geoperspectivas en el siguiente link

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